30/7/13

El vino en Al Andalus (I parte)

Hoy queremos compartir con vosotros un interesante artículo acerca del consumo del vino en Al Andalus por Teresa de Castro, que sin duda contribuirá a acrecentar los conocimientos sobre la cultura del vino:

“El trabajo que ahora presentamos es una exposición sucinta de las posibilidades de uso de la historiografía de los períodos almohade y nazarí en el estudio de la alimentación, centrado en el tema de la normativa dietética religiosa y del vino… El vino ha sido siempre no sólo elemento identificativo de la alimentación musulmana, sino también símbolo de la diferenciación de esta cultura respecto a todas las demás. Las fuentes inciden, en primer lugar, en el hecho de la preocupación recurrente por el tema, especialmente, y como cabía esperar, durante el período almohade. Existe una lucha ardua y constante por evitar su consumo entre todos los grupos sociales, hecho que indica claramente que estaba no sólo muy extendido, sino también muy arraigado en esta sociedad. Efectivamente, en el ámbito mediterráneo, conformado por la cultura greco-latina, beber vino es tan antiguo como la misma civilización a la que representa, por lo que en esta zona su supresión no sería nada fácil. Ahora bien, lo que nosotros queremos destacar es que su consumo estaba muy generalizado entre el conjunto de la población y que este tema es reflejo claro de la política ideológica llevada a cabo por la cronística de estos siglos.

Vino e Ideología historiográfica


A) ¿Cuál es esta política ideológica?

Para dilucidarlo nos hemos servido de la realización de un doble análisis.
Primeramente, hemos examinado las referencias sobre el vino y hemos intentado combinarlas con las apreciaciones que se dan o deducen de bebedores/borrachos y abstemios. El resultado es que no hay una relación directa entre el que un personaje sea borracho y se tenga una valoración negativa del mismo, o que la abstención siempre vaya aparejada de positividad; con todo, un examen inverso demuestra que no se elogia a un ebrio o se habla mal de un abstinente. Un sólo caso, referido al heredero de Almanzor, Ab-cAmir MuHammad, contradice esta afirmación: «Pese a que estaba dominado por el vino (nabid) y se ahogaba en los placeres, temía a su Señor y lloraba sus faltas; amaba a los hombres santos, solicitaba sus invocaciones y daba generosa recompensa a quien le guiaba a ellos» (BAYAN.TAIF). Se trata de la excepción que confirma la regla. Es verdad que en algunas ocasiones puede inferirse una opinión positiva del vino, apoyada, pensamos, en concepciones médicas que evidencian sus cualidades como correctivo o de que un uso moderado estimula la mente, si bien también se recoge la perentoriedad de sus efectos.

En segundo lugar, nos hemos valido de un estudio semiótico de los datos proporcionados por algunos episodios. En este apartado, procedimos primero a interpretar en negativo los atributos asignados a la abstinencia.
Así, el vino es malo porque no se identifica con la virtud en general, porque no permite el control de las pasiones, ni la continencia, ni el respeto de la ley, ni la rectitud, porque no eleva el espíritu, porque elimina el temor de Dios, favorece la frivolidad, la falta de castidad y de pureza. Analizamos luego las deducciones efectuadas sobre los episodios de crítica de este producto, las cuales consintieron comprobar que, efectivamente, éste se opone a la existencia de una vida recta, a espiritualidad, a orden social y político, a seriedad, a castidad, a gobierno, a control personal. Los resultados son, pues, coincidentes: el vino es malo intrínsecamente, porque cualquier forma en que sea consumido, se produzcan o no excesos, tiene consecuencias sobre la moral, sobre su capacidad de reacción y de gobierno, sobre la respetabilidad. Si todo lo reducimos a pocas palabras, beber vino es pecado porque desobedece una prohibición religiosa, y no está permitido porque es la ruina de la persona y del gobernante.

En conclusión, todo es el resultado de un programa ideológico bien estructurado en el que la prescripción coránica es una excusa y el control de las riendas del poder el verdadero móvil. Y ello se hace, sin embargo, de una manera bastante sutil. No se insiste tanto en el incumplimiento de un mandamiento de la Ley de Dios, sino que, el consumo de vino se asocia a una serie de consideraciones negativas, a calamidades, a episodios de muerte y de crítica, a personas cuyo ejemplo de vida no es muy recomendable, mientras que la abstinencia se une a aquéllas que llevaban una existencia modélica desde el punto de vista moral o religioso; además, aparecen multitud de casos en los que muchos actos condenables tienen como origen o como compañía el vino, o los que beberlo es la ruina del que lo toma, o de otros en los que es un medio de engaño con el que se cometen malas acciones.

B) ¿Qué fin tiene esta política ideológica?

En toda esta exposición subyace una visión del mundo en la que nada ocurre de manera aislada, en la que nada de lo que sucede es gratuito. Recordemos ahora los condicionantes a los que se veían sometidos los hombres que tenían en sus manos las riendas del poder -pues son ellos los protagonistas de las obras consultadas-, las innovaciones religiosas y sociales que afectaron en esta época a al-Andalus, la reestructuración social que se intentó llevar a cabo, las dificultades y rebeliones que conllevó, el avance cada vez más poderoso de los reinos cristianos, las tormentosas relaciones entre los diferentes reinos del Magreb, tan inmersos en estos siglos en la política andalusí. ¿Cómo va a extrañar que sean estos valores los que primen si hacían falta hombres que hicieran frente a todo ello con decisión? ¿Cómo no incidir en los elementos negativos, si producen aquello que se quiere evitar?

Pero no sabemos si estas conclusiones se corresponden o no con la realidad, por lo que nos hemos servido del magnífico trabajo de J. Sadan. Valiéndose también del estudio semiótico y semántico de los datos que proporcionan diferentes textos coránicos primitivos, así como otros pertenecientes a la literatura laica y religiosa de la época cabbasi, afirma que el vino se halla indisolublemente ligado a: libertinaje, pecado, impudicia, desprecio, depravación, adulterio, exceso, juego, placeres, lenguaje malicioso, herejía, infidelidad a la fe, música, humor, etc. (SADAN, 1977).

Encontramos de nuevo el mismo tipo de vicios/placeres que describen nuestras fuentes, a pesar de la diferencia temporal y de género en las que son recogidos. Si la imagen que dan sobre el vino las crónicas es heredada -como parece-, y no responde a condiciones concretas de la época en la que fueron redactadas estaríamos frente a una aparente contradicción con lo dicho al principio de estas páginas. ¿Cómo explicar este hecho? Quizás sea inapropiado el enfoque del problema. Tal vez lo importante sea que este retomar tópicos ya conocidos tenga una finalidad concreta dentro de la narración. Y este fin es el arriba mencionado. En un momento en el que la abstinencia de vino se había convertido en una cuestión identificadora del nuevo orden político, la historiografía, en tanto que instrumento ideológico, intentó "vender" un modelo de hombre y gobernante ideal, y ¿qué mejor que el mismo Profeta y los primeros califas, todos abstemios? Este mecanismo se acentuó con el pasar del tiempo, no sólo por la caída del imperio almohade, sino también por la crisis del Islam peninsular -por motivos internos y externos-que llevó aparejada una transformación de los valores personales.

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