1/8/13

El vino en Al Andalus (II parte)

Continuando con el interesante artículo que os proponíamos el último día, hoy queremos dar otro paso y adentrarnos un poco más en el consumo del vino y sus condicionantes en la época almohade y nazarí.

A) ¿Qué podemos deducir del análisis de la información disponible?

Los elementos que autorizan a hablar de la extensión del consumo de vino en los períodos almohade y nazarí son muchos y variados, por lo que vamos a realizar un breve repaso de los mismos.

Las formas en que era condenado el uso de vino afectaban a todas las clases sociales, si bien los castigos que sufrían los miembros de la élite gobernante parece que eran más drásticos, debido a que serían ellos el espejo moral en el que tendía a reflejarse el resto de la sociedad. Se citan casos de destitución de herederos al trono e incluso de un califa, o deposición de algunos cargos, si bien otras veces no se especifican las sanciones. Las medidas de carácter popular fueron, en los primeros años de la expansión almohade, derramar todas las bebidas alcohólicas, golpear a los bebedores, devastación de lugares donde se despachaba habitualmente, como los murus que eran silos de grano subterráneos abandonados, donde se habían instalado personas de mala vida y en donde circulaba el alcohol (MOLINA, 1983). El sultán magrebí Abu-l-Hasan permitió a los cristianos sólo el vino que éstos podían consumir, imponiendo penas a aquéllos que lo facilitaran a los musulmanes, y suprimió los intereses obtenidos de los murus, que eran impuestos que gravaban la venta ilegal de vino a los islamitas: ello manifiesta una vez más la doble moral imperante. Esta intervención light, demuestra que no se intentó erradicar el comercio ni el consumo de manera seria; de este modo, cuando Al-Hakam II se decidió a atajar el problema desde la raíz, arrancando las vides, sus propios consejeros le indicaron que era inútil, ya que se podían hacer bebidas embriagadoras de otras plantas. Aunque no se afirme explícitamente que éste era el fin, también el monarca cubaydí Mansur al-Hakim (9961021), llevó a cabo una acción de choque: impidió vender dátiles, uvas y pasas, y procedió a la destrucción de muchos viñedos, pero se trata de un caso aislado. Nada se dice de cuál era el castigo de los bebedores y borrachos, algunos de los cuales fueron incluso llevados a juicio.

Por otra parte, son recurrentes y repetitivas las medidas punitivas de los soberanos almohades cada vez que llegan al trono, indicio claro de que la prohibición no era respetada. Además, no fueron pocos los medios que se buscaron para transgredirla.
Así, el arrope, primero permitido, debido a su color, fue utilizado para encubrir al vino, por lo que finalmente tuvo que ser vedado. Asimismo, la licitud de otras bebidas alcohólicas habla también de la endeblez del precepto; se trata de una política, que podríamos llamar "puritana" e hipócrita: «formas exteriores de la ortodoxia» (BOLENS,
1990), que hicieron del cumplimiento de la prescripción una cuestión meramente legalista.

Parece, pues, claro que hubo un consumo generalizado de vino entre todas las clases sociales, y extendido a lo largo de toda la época estudiada, con un lapso represivo a partir de la etapa almohade, que haría quizás disminuir su uso. Ahora bien, la información que ofrecen nuestras fuentes podría no responder a la verdad, por lo que vamos a detenernos a hacer algunas reflexiones más. Empleemos el sentido común. Si el éxito de la política almohade hubiera sido importante o siquiera real, sin lugar a dudas las crónicas, en especial las nazaríes, lo habrían recogido, ya que la historiografía es, por definición, instrumento de expresión de la clase dirigente. Pero, no encontramos testimonios de este tipo, al revés, abundan aquéllos que hacen pensar en todo lo contrario, en los obstáculos hallados para imponer una normativa dietética religiosa poco seguida.

B) ¿Cuál es el motivo básico que explicaría la facilidad con la que se transgredió la ley coránica sobre el vino en al-Andalus?

Si dejamos de lado la cuestión de la pertenencia a la cultura mediterránea, vemos que el hecho fundamental es la debilidad inherente a la prohibición del vino -la misma que aqueja al conjunto de la normativa alimentaria de cualquier Fe-. En efecto, ésta nació marcada por la imprecisión. En las primeras revelaciones al Profeta el vino aparece como uno de los regalos de Dios a la humanidad (suraXVI, 69/67), y es, junto a la leche y la miel, uno de los placeres que se pueden hallar en el Paraíso (sura XLVII, 16/15). Sin embargo, las sucesivas revelaciones fueron cambiando: primero, junto a las virtudes, se destacan las desventajas que lo acompañan (sura II, 216/219), luego se recomienda que los borrachos no vayan a la mezquita a rezar (sura IV, 46/43); y ya en la sura V, 92/90 el vino, los ídolos, el juego y la adivinación son consideradas manifestaciones satánicas, por lo que son vedados. No menos turbulenta es la historia de las digresiones a las que dieron lugar los actos y dichos de Muhammad. Así, las escuelas jurídicas se afanaron primero en dilucidar cuál era el vino al que hacía referencia el Profeta y luego cuáles eran las bebidas lícitas e ilícitas; pero lo poco explícito e incluso contradictorio de algunos hadits no hacía fácil la tarea de distinguirlas, quizás porque una de los principales dificultades era conseguir evitar la fermentación de muchas de ellas. En cualquier caso, hubo escuelas que rechazaron totalmente todas las bebidas, otras que toleraron algunas, y otras, incluso, que abogaron por la aceptación del vino de uva.

Nada como un texto para ilustrar todo lo que estamos diciendo. Se trata de la conversación mantenida en el sigo XII por Abu Hamid el Granadino con el rey de los húngaros, en la que comprobamos una vez más que las razones que un hombre de cultura media-alta podía aducir tenían poco peso:

«Cuando se enteró de que yo había prohibido a los musulmanes beber vino y les había permitido tener esclavas concubinas, a más de cuatro esposas legítimas, dijo: «Eso no es cosa razonable, porque el vino da fuerza al cuerpo, y, en cambio, la abundancia de mujeres debilita el cuerpo y la vista. La religión del Islam no está de acuerdo con la razón». Yo dije entonces al trujamán: «-Di al rey: La ley religiosa de los musulmanes no es como la de los cristianos. El cristiano bebe vino en las comidas en vez de agua, sin embriagarse, y eso aumenta sus fuerzas. En cambio, el musulmán que bebe vino no busca sino embriagarse hasta el máximo, pierde la razón, se vuelve loco, comete adulterio, mata, dice y hace impiedades, no tiene nada bueno, entrega sus armas y su caballo y dilapida cuanto tiene, sólo para buscar su placer. Y, como los musulmanes son aquí tus soldados, si les mandases salir de campaña, no tendrían caballo, ni armas, ni dinero, porque todo lo habrían perdido con la bebida, y tú, al saberlo, o habrías de matarlos, o golpearlos, o expulsarlos, o darles nuevos caballos y armas, que estropearían igualmente.
Por lo que respecta a las esclavas concubinas y a las mujeres legítimas, a los musulmanes les conviene la poligamia a causa del ardor de su temperamento. Además, puesto que forman tu ejército, cuantos más hijos tengan, más serán tus soldados». Dijo entonces el rey; «-Escuchad a este jeque, que es hombre muy sensato, casaos cuantas veces quisiereis y no le contradigáis». De esta suerte, aquel rey, que amaba a los musulmanes, se desentendió de los sacerdotes cristianos y permitió que se tuviesen esclavas concubinas».

Se pueden encontrar otro tipo de explicaciones más elaboradas. El profesor Sadan cuenta que los árabes antiguos, es decir, los verdaderos nómadas, no eran grandes bebedores de vino ni tampoco ignorantes en la materia, por ello su actitud fue interpretada por la literatura religiosa y laica posterior de manera subjetiva. Así, en los primeros tiempos, al hablar del mundo musulmán en el sentido de Islam, el vino se asimiló a la yahiliyya (paganismo), mientras que la leche era considerada la auténtica bebida de los hijos del Allah; pero luego se invirtieron los términos y cuando la cultura musulmana se mostraba como heredera de otras muchas sedentarias, beber vino se identificó con "civilización". En realidad, a medida que se mitigaba la crítica del vino y se cuestionaba el precepto -al menos de gran parte de las bebidas alcohólicas-se estaba asistiendo a un proceso de aculturación derivado de la sedentarización de los pueblos árabes y del deterioro de la supremacía de los valores adquiridos de los antiguos, ridiculizando su primitivismo y lo "rústico" de su evolución social (SADAN, 1977). Si cambiamos de paisaje y aplicamos estas nociones al ámbito hispánico, tenemos que la historiografía consultada fue redactada entre los siglos XII-XV, es decir en una etapa en la que en la Península Ibérica ya se habían asentado los grupos no autóctonos que participaron en la conquista, hecho que tiene su mayor reflejo en la época califal, donde estaba generalizado el consumo de vino; luego llegan años menos tranquilos para el "Estado", pero no hay novedades hasta que almorávides y almohades, procedentes de un medio nómada, ponen de nuevo sobre la mesa el tema del veto del vino, si bien una vez que se establecen las aguas vuelven a su cauce y esta imposición, aunque sólo sea formalmente, deja otra vez de ser acatada incluso por aquéllos que eran o debían ser sus garantes.

Estamos ante una exposición un tanto artificial, ya que la oposición nómada-sedentario es un tanto simplista, pues no existen poblaciones totalmente "puras", sin embargo es posible que la impronta nómada, pasada por el tamiz de la religión predicada por Ibn Tumart, influyera en el la política con la que los hombres del período almohade y nazarí se enfrentaban al consumo del vino.




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