El
laboreo ha de perseguir un objetivo y responder a una necesidad real,
desterrando cuestiones banales como los criterios estéticos, en un afán por
presentar el suelo descubierto. Las intervenciones mecánicas en el terreno
modifican sus propiedades físicas, químicas y biológicas.
Ésta
es precisamente una de las razones del laboreo, pues persigue equilibrarlas,
mantenerlas y mejorarlas ya sea directamente o mediante la incorporación de
materiales orgánicos.
Cuando el
laboreo se realiza de forma desmedida e innecesaria, comienzan a producirse una
serie de efectos indeseables en el suelo, como:
- Degradación de la estructura, compactación bajo la superficie y disminución del aire en los poros, perjudicando el crecimiento radicular.
- Pérdida de materia orgánica por aumento de la velocidad de mineralización.
- Disminución de micro y macroorganismos, influyendo negativamente en la fertilidad natural de la tierra.
- Mayor fragilidad de los agregados por disminución de la materia orgánica.
- Reducción de la capacidad de filtración del agua y favorecimiento de encharcamiento y escorrentía.
- Pérdida del agua retenida y de la capacidad de almacenaje en las primeras capas.
Esta
alteración en las propiedades del suelo se traduce en síntomas erosivos,
teniendo especial incidencia negativa en zonas con pendiente. No es cuestión de
prohibir el laboreo ya que, salvo contadas excepciones, es una práctica
necesaria, pero hay que hacerlo de la manera correcta. Por ello, se proponen
las siguientes estrategias para obtener los mejores resultados con el mínimo
impacto.
En el caso de
que la viña esté situada en zona de pendiente,
los pases se han de realizar en la medida de lo posible de forma perpendicular
o transversal a ésta, siguiendo las curvas de nivel. De lo contrario, es
necesario el uso de cubierta vegetal, como mínimo desde otoño a primavera, si
se quiere minimizar la pérdida de la capa fértil del suelo.
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