Continuando con el interesante artículo que os proponíamos el último día, hoy queremos dar otro paso y adentrarnos un poco más en el consumo del vino y sus condicionantes en la época almohade y nazarí.
A) ¿Qué podemos deducir del análisis de la información disponible?
Los elementos que autorizan a hablar de la extensión del consumo de vino en los períodos almohade y nazarí son muchos y variados, por lo que vamos a realizar un breve repaso de los mismos.
Las formas en que era condenado el uso de vino afectaban a todas las clases sociales, si bien los castigos que sufrían los miembros de la élite gobernante parece que eran más drásticos, debido a que serían ellos el espejo moral en el que tendía a reflejarse el resto de la sociedad. Se citan casos de destitución de herederos al trono e incluso de un califa, o deposición de algunos cargos, si bien otras veces no se especifican las sanciones. Las medidas de carácter popular fueron, en los primeros años de la expansión almohade, derramar todas las bebidas alcohólicas, golpear a los bebedores, devastación de lugares donde se despachaba habitualmente, como los murus que eran silos de grano subterráneos abandonados, donde se habían instalado personas de mala vida y en donde circulaba el alcohol (MOLINA, 1983). El sultán magrebí Abu-l-Hasan permitió a los cristianos sólo el vino que éstos podían consumir, imponiendo penas a aquéllos que lo facilitaran a los musulmanes, y suprimió los intereses obtenidos de los murus, que eran impuestos que gravaban la venta ilegal de vino a los islamitas: ello manifiesta una vez más la doble moral imperante. Esta intervención light, demuestra que no se intentó erradicar el comercio ni el consumo de manera seria; de este modo, cuando Al-Hakam II se decidió a atajar el problema desde la raíz, arrancando las vides, sus propios consejeros le indicaron que era inútil, ya que se podían hacer bebidas embriagadoras de otras plantas. Aunque no se afirme explícitamente que éste era el fin, también el monarca cubaydí Mansur al-Hakim (9961021), llevó a cabo una acción de choque: impidió vender dátiles, uvas y pasas, y procedió a la destrucción de muchos viñedos, pero se trata de un caso aislado. Nada se dice de cuál era el castigo de los bebedores y borrachos, algunos de los cuales fueron incluso llevados a juicio.
Por otra parte, son recurrentes y repetitivas las medidas punitivas de los soberanos almohades cada vez que llegan al trono, indicio claro de que la prohibición no era respetada. Además, no fueron pocos los medios que se buscaron para transgredirla.
Así, el arrope, primero permitido, debido a su color, fue utilizado para encubrir al vino, por lo que finalmente tuvo que ser vedado. Asimismo, la licitud de otras bebidas alcohólicas habla también de la endeblez del precepto; se trata de una política, que podríamos llamar "puritana" e hipócrita: «formas exteriores de la ortodoxia» (BOLENS,
1990), que hicieron del cumplimiento de la prescripción una cuestión meramente legalista.
Parece, pues, claro que hubo un consumo generalizado de vino entre todas las clases sociales, y extendido a lo largo de toda la época estudiada, con un lapso represivo a partir de la etapa almohade, que haría quizás disminuir su uso. Ahora bien, la información que ofrecen nuestras fuentes podría no responder a la verdad, por lo que vamos a detenernos a hacer algunas reflexiones más. Empleemos el sentido común. Si el éxito de la política almohade hubiera sido importante o siquiera real, sin lugar a dudas las crónicas, en especial las nazaríes, lo habrían recogido, ya que la historiografía es, por definición, instrumento de expresión de la clase dirigente. Pero, no encontramos testimonios de este tipo, al revés, abundan aquéllos que hacen pensar en todo lo contrario, en los obstáculos hallados para imponer una normativa dietética religiosa poco seguida.