24/12/13

Diez razones para una alimentación ecológica y de proximidad IX

Novena razón: los alimentos ecológicos recuperan los saberes y sabores tradicionales

La agricultura lleva 10 mil años practicándose sobre la tierra, y hasta hace 50 años era un cultivo orgánico; los pesticidas y fertilizantes de síntesis son pues unos recién llegados pero han conseguido avanzar mucho en poco tiempo. Hoy se estima que los sistemas de cultivo vigentes en los países más industrializados alimentan a unas 1.200 millones de personas, la agricultura de la “revolución verde” a unas 2.500 millones y las agricultura de subsistencia o campesina a otras 2.200 millones de personas en el mundo. Ésta última se puede considerar agricultura “de siempre”, sin venenos ni químicos. No ha desaparecido ni mucho menos. Aunque hoy haya que incorporar algunos saberes nuevos pues la vida de la que hablamos no se detiene.

Por eso hay acumulado un saber campesino, de miles de años de prueba y error, en la que se han seleccionado cientos de variedades de cultivos y decenas de maneras de manejo del campo. Y en esos mismos años esta profesión, considerada como la más digna de las que se ejercen sobre la tierra, ha alimentado una población creciente.

¿Cómo es posible que la profesión más digna sobre la tierra intenten hacerla desaparecer las grandes empresas en su afán de lucro? La razón es bien sencilla: estas multinacionales no tienen ninguna relación ni con la cultura ni con la ética ni con las tradiciones, solo persiguen el máximo beneficio, el resto es romanticismo. Pues no, los campesinos siguen siendo la mejor profesión del mundo, y no solo por lo dicho antes sino también por que es la profesión que está en estrecho y permanente contacto con la madre Tierra: la conoce, la respeta y la disfruta. Los campesinos de pro son una fuerza ecológica sin igual. Practican eso que llama Martínez Alier “el ecologismo de los pobres”.




Y de los saberes derivan los sabores y éstos dependen de la diversidad y de los cultivos biomiméticos, no forzados. El sabor y los demás atributos sensoriales han sido estudiados por la citada profesora Mará Dolores Raigón6 y ha llegado a las siguientes conclusiones respecto a algunos alimentos: los vegetales convencionales suelen tener mayor calibre pero esto es un signo de inferior calidad ya que es consecuencia de los fertilizantes nitrogenados de síntesis.

Las formas de los alimentos frescos no procesados atienden a una diversidad que está en función de la variedad, técnicas de cultivo, condiciones agroclimáticas, etc. En los productos ecológicos se presentan formas más coherentes con el tipo de alimento y con las formas clásicas del fruto, lo mismo que ocurre con los huevos de gallinas de producción ecológica que presentan formas óptimas para el mercado. En cuanto a la textura, la profesora admite que las frutas de procedencia ecológica presentan significativamente mayor dureza que las otras, así la sensación más crujiente de las manzanas ecológicas sería un atributo positivo. En el caso del verdor de las lechugas, el color más intenso de las convencionales se debería al empleo de fertilizantes nitrogenados de síntesis, atributo que considera despreciativo por los consumidores. Por último manifiesta que, en general, los alimentos ecológicos son más aromáticos.

Pero la principal ventaja es que los alimentos ecológicos entran por los ojos por su variedad y diversidad frente a esa fila de productos coloreados, encerados, homogéneos y parejos de alimentos procedentes de agricultura industrial que nos presentan en los supermercados… Aunque es posible ir “convenciendo” a ciertos públicos, a base de mucha propaganda, que ese ejército de frutas y verduras desnaturalizado es más
atractivo y saludable.

Nada como una fruta con el “sello” de la picadura de un insecto pasa saber que esa pieza es digna de confianza.

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