El
viñedo es un cultivo tradicional de secano perfectamente adaptado a nuestro
clima y suelo, y como tal debe defenderse y apoyarse. Sin embargo su
transformación a regadío en los últimos tiempos es una realidad que no puede
obviarse. El consumo de agua en zonas donde el recurso ya es escaso o se
realiza de manera inadecuada tiene impactos ya visibles en numerosas zonas de
nuestro territorio. Es por eso necesario promover buenas prácticas en la
superficie en riego existente para mejorar la eficiencia en el uso de un
recurso cada vez más escaso y alcanzar el necesario equilibrio entre producción
y sostenibilidad.
Para
lograrlo las recomendaciones de WWF ofrecen algunas claves en el siguiente
apartado:
El
uso racional del agua en el riego
La
vid es una planta perfectamente adaptada al secano. Muestra de ello son los
viñedos existentes en zonas donde las precipitaciones anuales rozan los 300 mm,
en los que puede incluso aparecer asociado a otros cultivos, como el olivar o
el almendro.
El
riego en la obtención de uvas para vinificación de calidad es objeto de
controversia. La mala gestión puede provocar excesivo crecimiento vegetativo,
retraso en la maduración o deficiencias en la coloración del vino, entre otros
problemas que influyen negativamente tanto en campo como en bodega. A esto se
le unen negativas consecuencias ambientales como la sobreexplotación de los
acuíferos o la salinización del suelo.
El
cultivo tradicional de la viña es una alternativa en aquellas zonas donde la
disponibilidad de agua sea un factor limitante para otros cultivos, pudiendo
ofrecer cosechas en calidad y cantidad adecuadas. Por ello, el riego se
justifica sólo como apoyo en situaciones extremas de sequía, en las que se
pueda poner en riesgo el futuro de la plantación, o bien a través de
estrategias de riego deficitario controlado. La optimización y eficiencia en el
uso del agua es prioritaria, más aún ante los efectos previstos del cambio
climático, recomendándose para lograrlo exclusivamente el riego por goteo.
Conocer
el comportamiento de nuestro suelo, de la viña y de las condiciones
climatológicas de la zona es clave a la hora de gestionar el riego. Las
necesidades hídricas de la vid no son constantes, sino que van variando a lo
largo de su ciclo.
En años
normales y en la región de clima mediterráneo, las lluvias cubren las
necesidades hídricas de la vid desde el otoño hasta finales de primavera. El
período de mayor necesidad de agua va desde el cuajado hasta la vendimia, por
lo tanto, el riego se podría prácticamente limitar a los meses de verano. En
total, el aporte supondrá entre 1000 y 2000 m3/ha
para la mayoría de nuestros viñedos. No osbtante, mediante técnicas de riego
deficitario pueden disminuirse en un porcentaje importante la cantidad de agua
a aplicar
sin
comprometer la viabilidad de la cosecha.
Existen no
obstante una serie de recomendaciones de carácter general para hacer un uso
apropiado y eficiente del agua en regadío. El primer aspecto básico y vital es
contar con la autorización o concesión para el uso
del agua, expedida por la autoridad competente. Es un
aspecto clave para evitar la sobreexplotación de los acuíferos, así como
captaciones ilegales con impactos ambientales y sociales destacables.
Otros
criterios clave para obtener un
uso eficiente del agua son:
·
Instalación de caudalímetro para calcular el
consumo de agua, detectar posibles fugas en la instalación, etc.
·
Conocer la calidad del agua disponible, para
evitar problemas de salinización o contaminación del suelo.
·
Analizar las características del suelo, al menos
su capacidad de retención de agua, para establecer la dosis de riego adecuada.
·
Calcular las necesidades de agua del cultivo:
• Mediante métodos indirectos, como pueden ser las
recomendaciones dadas por los
·
servicios de asesoramiento al regante
• Mediante métodos directos, a través del uso de
sensores de humedad de suelo
·
Determinar de la dosis y frecuencia de riegos en
función de las características del suelo y las necesidades del cultivo, antes
mencionadas. Es importante optimizar los
pulsos de riegos, ya que en muchas ocasiones es mejor regar con 2
pulsos de 20 minutos espaciados en el día que 1 sólo pulso de 40 minutos.
·
Llevar un registro detallado del riego en un
cuaderno de campo, que nos permitirá detectar errores, prácticas adecuadas,
etc.
·
Realizar un adecuado mantenimiento de las
instalaciones de riego.
·
Contar con formación adecuada en temas de riego y
fertilización, para evitar la contaminación de las masas de agua.
·
Emplear el sistema de riego más adecuado a las
características del cultivo y, siempre que sea posible, las últimas tecnologías
disponibles. En este sentido existen experiencias interesantes como el uso de
teledetección o el uso de dendrometría que permiten ajustar la dosis de agua a
las necesidades reales del cultivo y a las características de nuestra finca.
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