22/8/12

Ronda brinda con vino biodinámico

«Un vino vivo, complejo, más aromático y de alta calidad». Así describe Federico Schatz, un bodeguero alemán afincado en Ronda desde 1982, sus caldos después de aplicar técnicas de agricultura biodinámica que se han trasmitido de generación en generación en su familia dedicada al cultivo de la vid desde 1641. Este viticultor, que fue pionero en la recuperación del sector en la comarca, concibe su finca como un único organismo en el que el suelo, las plantas, los animales, la fauna y el cosmos, entre otros elementos, están interrelacionados y son utilizados como autonutrientes rechazando, por tanto, la aplicación de cualquier producto químico. Y es que Federico ha dado un paso más ya que cabe recordar que está al frente de la primera bodega ecológica de la provincia, situada en las proximidades del yacimiento arqueológico de Acinipo desde el que en época romana, según está constatado, se exportaba vino al resto del Imperio. «Se puede ser ecológico y no biodinámico pero no al contrario, en la agricultura biodinámica se tiene en cuenta el conjunto, es decir, no solo el suelo y las plantas sino también el cosmos, las fases lunares, el sol... y el uso de compuestos a base de elementos vegetales y animales, en el cultivo de la vid, la tierra representa entre un 14 y un 16%, el resto proviene del cosmos», dijo.

 Federico, que vino a la ciudad del Tajo huyendo del frío de Alemania para cultivar viñas, compara estos preparados con los remedios naturales que utilizamos, por ejemplo, para prevenir un catarro: «Cuando nos duele la barriga tomamos una infusión de manzanilla o cuando queremos prevenir resfriados, zumo de naranja, pues esto es lo mismo aplicado al campo».

Recetas milenarias

La obtención de estos compuestos, que Federico ha numerado, sigue todo un ritual. El más llamativo es la mezcla obtenida tras meter en el cuerno de una vaca, que haya parido un mínimo de seis veces, boñiga de ésta y enterrarla, a un metro de profundidad y a la sombra, durante un año. Este estiércol se diluye en agua, que hay que girar primero a la izquierda y después a la derecha, y posteriormente rociar, con una rama, en forma de gotas al suelo. «Para una hectárea utilizo el estiércol de tres cuernos con unos 25 litros de agua», puntualizó.

Otra de las recetas milenarias se elabora a base de sílice: «Machacamos el cuarzo en un mortero y se entierra, al igual que la boñiga, dentro de un cuerno de vaca pero al sol, diluido en agua, actúa como una crema solar para las plantas, se aplica sobre las hojas como una defensa ante la exposición solar, se suele usar a finales de abril y mayo y en los meses de junio y julio».




La corteza de roble también es otro de sus ingredientes secretos. En este caso, lo introduce dentro de la carabela de un animal doméstico dejándola debajo de un chorro de agua natural. El alemán también reconoció que se vale de partes de animales como la vejiga de un ciervo o el estómago de una vaca. «Se trata de unificar el mundo animal y el mundo vegetal», subrayó.

Con plantas como la milenrama, manzanilla, diente de león y ortiga, presentes en su finca, elabora infusiones con las que fumiga las cepas, rocía el suelo y enrique el compost. «Estas tisanas ayudan a la fabricación de azúcares, a que la planta madure de forma homogénea...», argumentó el bodeguero cuya familia vive en Alemania pero tiene sus orígenes en Italia.

«Con todas estas técnicas y preparados se pretende crear un suelo ordenado, con un campo magnético, con lo que la vida que sale de él es más ordenada y eso se nota en la energía del fruto final, esa energía nos facilita la elaboración del vino, sin utilizar ningún producto químico», dijo. Para él, orgulloso como un padre de sus hijos, el resultado son unos caldos vivos y más aromáticos que nunca pierden su elegancia: «Para mí la prueba del algodón es abrir la botella, tomar una copa, cerrarla y pasado el tiempo, volver a beber, el vino sigue igual pese a que le ha entrado aire».

Noticia publicada en Sur.es

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